Exposiciones

La penitencia del silencio y otras histrípticas

11 Octubre, 2013 - 14 Noviembre, 2013
Gestión Cultural Bar

Algunas consideraciones sobre el artista.

Julio A. López, barbado cual judío sefardí, examina el entorno con su instrumental Ã³ptico. Una silla abandonada sobre el parquet desvencijado de hotel puede ser su tema.
El humor y el absurdo campean en sus instantáneas que requieren a veces de una Mise en Scène donde López puede compartir ese compromiso con su modelo para lograr el resultado, maquinación de su “croqueta neuronal”.
Su trabajo es concreto a la hora de la realización ya que el tiempo le falta a veces, o sea no siempre corre a su favor, por eso su manera de trabajar apuesta poco al acaso o al hallazgo fortuito, pero sí abundan intrincadas puestas en escena con situaciones variadas y paradojales.
Recurre entonces a melancólicas presencias de maniquíes, sillas, bombines, jaulas, huevos o el Palacio Salvo, elementos que constituyen parte de su universo. Luego ya omnisciente, visita su gusano loco en el olvidado Parque Urbano con la secreta esperanza de colarse con la complicidad del cuidador de turno, y con tanto loco suelto como nosotros, sus amigos, entendemos su desatino o desmesurado garroneo.
Julio sabe cómo Wilde que el arte mejora la vida. Guardo de su obra para mí, los muelles que cobijan la memoria del ausente, las chimeneas y el viento.
Debería como curador de esta obra (algo así como el Acertijo de Batman o el más sabio entre la tribu de los Ranqueles), debería –decía– hablar de su obra que ahora cuelga sobre esta “vieja pared del arrabal”, pero no lo haré, sí les diré la buena nueva.
Julio López está loco, pide unos minutos de su tiempo, amable veedor, y esa locura deriva en sus fotos que son los vaivenes mismos de su alma y propia vida, el que tenga ojos que vea y el que tenga una fonola que ponga Mateo y Miles Davis.
¡Y que empiece la muestra!
 
Eduardo Bidegain (curador)